#PerezosoOtoñal.
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Bienvenido al manual del perezoso otoñal: esa guía definitiva para sobrevivir al cambio de hora sin dignidad ni remordimientos. El otoño es como ese colega que te invita a una fiesta… pero a las seis ya te está echando de su casa.

Este es tu manual del perezoso otoñal, diseñado para atravesar el cambio de hora con la mínima dignidad y el máximo sarcasmo posible.


1. Entiende que no eres tú, es el reloj

Cada otoño, algún burócrata con delirios de divinidad decide jugar a ser Dios moviendo las manecillas del tiempo. Y tú, pobre mortal, te arrastras al amanecer como un condenado, convencido de que tu desgana es culpa tuya.

Error, amigo. No eres tú: es el maldito reloj.

Una invención infernal que trastoca ritmos, roba horas de sueño y convierte a la gente decente en zombis con ojeras. Así que no te flageles: no eres vago, estás desincronizado con el universo.

A fin de cuentas, hay crímenes que pasan inadvertidos… y el cambio de hora es uno de ellos.


2. Abraza la filosofía del calcetín gordo

No existe símbolo más noble ni más igualitario que el calcetín gordo. Es la bandera de los cansados del decoro, el estandarte de quienes han comprendido que la elegancia empieza donde termina la incomodidad.

Reúne bajo su sagrada lana a ejecutivos derrotados, estudiantes en rebeldía y jubilados sabios que ya lo han visto todo. Todos ellos comulgan con el mismo credo: la comodidad por encima del decoro.

Y que nadie te diga lo contrario: pasear por casa con calcetines gordos ya cuenta como “vestirse”. El pijama es uniforme de batalla, el sofá es trono… y el calcetín, mi querido amigo, es la corona del perezoso ilustrado.


3. La siesta estratégica

Aquí se separan los amateurs de los profesionales:

  • Siesta corta: power nap → útil para gente seria.
  • Siesta de tres horas: la verdadera inversión a largo plazo.
  • Bonus: culpar al “reloj biológico desajustado” como excusa oficial.

4. Reduce tu productividad (sin remordimientos)

El cambio de hora no es un trámite: es un indulto. Una absolución divina para el arte de la holgazanería ilustrada.

Aprovecha, que no todos los días el tiempo se pliega a tu favor.

  • Responde correos con un elegante “mañana sin falta”, expresión que en buen castellano significa cuando me venga en gana.
  • Declara cada atasco como “crisis de ajuste horario”, y observa cómo la excusa se eleva a categoría de diagnóstico.
  • Y delega, por todos los dioses, delega. Que no hay mejor época para instruir a otros en el noble oficio de trabajar por ti mientras finges preocupación.

Porque el verdadero maestro de la productividad no es quien hace más… sino quien logra que todo se haga sin mover un dedo.


5. Ritual de sofá y manta del perezoso otoñal

El sofá, en otoño, es territorio sagrado. Un altar doméstico donde el perezoso rinde culto al arte de no hacer nada. No es descanso: es una liturgia profana.

Cada tarde, una final.
Tu manta, una trinchera.
Cada serie mediocre, un acto de resistencia contra el mundo exterior.

Inventario imprescindible:

  • Una manta de proporciones bíblicas.
  • Una serie donde el argumento importe lo mismo que el parte meteorológico.
  • Viandas indignas de cocina, dignas de gula. Que el repartidor sea el nuevo héroe homérico que trae el manjar.

Porque, admitámoslo, hay guerras que se ganan con espada… y otras con sofá, manta y desgana.

6. Café: el placebo oficial

El café en otoño no es bebida, es religión. Una taza humeante que te hace sentir productivo aunque estés viendo memes de gatos desde las 9 de la mañana.


7. La excusa perfecta

El cambio de hora sirve para todo:

  • Llegas tarde → “es el horario”.
  • Tienes cara de zombie → “es el horario”.
  • No has hecho nada en todo el día → bueno, aquí ni hace falta excusa.

Seamos sinceros: nadie sobrevive al maldito cambio de hora, sólo hay quienes lo disimulan con más decoro. Algunos lo encubren tras agendas apretadas, otros se dopan a base de café… y los verdaderos sabios se envuelven en una manta, proclamando su pereza como acto de lucidez.

Así que cuando algún entusiasta del amanecer te suelte aquello de “aprovecha el día, ahora amanece antes”, invítale, con la cortesía del verdugo, a cerrar la boca. Y recuérdale que la auténtica conquista moderna no es levantar imperios, sino hallar la postura perfecta en el sofá mientras el resto del mundo finge ser útil.

Porque, en el fondo, este manual del perezoso otoñal no es una guía cualquiera, sino un manifiesto de resistencia contra la absurda exigencia de ser productivos cuando el cuerpo solo pide sofá.

La vida, al fin y al cabo, ya es lo bastante breve como para encima madrugar como un idiota.


👉 Y tú, ¿eres de los que se finge activo o del club de los calcetines gordos? Suéltalo en comentarios con el hashtag #PerezosoOtoñal.

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